jueves, 26 de noviembre de 2009

El espíritu de Raul Alfonsín

Quizás resulte extraño, y para algunos incluso deshonroso, tomar la muerte de una persona como un espectáculo. Sin querer faltar el respeto ni a su figura ni a su familia (todo lo contrario) me atrevo a sorprenderme por la imagen que, estoy segura, será recreada por el cine en un futuro.

Pasé por casualidad: un poco empujada por el caos del tránsito y otro poco por distraída. Entre el periplo que resultó la vuelta al hogar, fui a parar al Congreso y me encontré con una multitud perfectamente organizada en colas eternas que zigzagueaban la Avenida Callao, en una mezcla de clases sociales e ideologías que pocas veces ha sobrevivido la convivencia en una misma plaza argentina. La multitud comenzó a corear su nombre, y la piel se ponía como de gallina, con la ola expansiva que provocaba la masa.

¿Qué clase de figura sobrevive una presidencia con el cariño de su pueblo? ¿Qué tipo de persona es capaz de unir tanta gente de tantos estratos diferentes?

Habrá muchas cosas que criticarle a Raúl Alfonsín, pero su muerte logró una sensación de unión que pocas ideas y pocas personas han logrado por estos lados.


Esta nota fue publicada originalmente por Soledad Castro Virasoro en Reseñas el domingo 5 de abril de 2009, en ocasión del fallecimiento de Raul Alfonsín

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