jueves, 26 de noviembre de 2009

El rey ha muerto, que viva el rey


Finalmente Michael Jackson tuvo su funeral y, como no podía ser de otra manera, fue un mega show, con decenas de leyendas del espectáculo como invitados y miles de personas despidiéndolo. No se puede negar que resulta apropiado, y seguramente él estaría muy satisfecho con el resultado. Y me alegro por ello.

Lamento que tanta gente haya apenas conocido a Michael Jackson en esta última etapa de excéntrico monstruito hiper-famoso. Porque uno que de chico escuchaba los cassettes de Thriller y Bad, y luego se compró el CD de Dangerous, sabe que esa fama está más que justificada, y merecida. Porque esos fueron no sólo buenos discos, fueron grandes discos. Y cuando vimos por primera vez a esa banda de zombies (literalmente) bailando break-dance en el video de Thriller, todos nos quedamos con la boca abierta y dijimos "¡Faaaa!" (sí, los chicos en la década del '80 decíamos "faaa"; como sea, uno a los 5 años no tiene un vocabulario demasiado extenso). Eso era ser cool (antes de que se usara a palabra). Michael Jackson era lo cool. Michael Jackson era lo más.

Entonces, por Billie Jean, Thriller, Beat It, Bad, Smooth Criminal ... (y no sólo los temas: ¡esos videos! Hasta Black or White, que no era un gran tema, tenía un clip que volaba la cabeza); por el break-dance, las camperas de cuero con miles de cierres, por Moonwalker (¿quién se acuerda de esa peli?) y Michael Jackson aun negro haciendo de espantapájaros en una versión volada de El Mago de Oz (¡ja, seguro que nadie se acuerda de esa! es genial, búsquenla); por esos grititos histéricos que daba, por We Are the World y, cómo no, por el moon-walking (¿quién no quizo hacerlo alguna vez?) ... gracias.

El rey ha muerto, que viva el rey.


Esta nota fue originalmente publicada por Martín Pérez Rivas en Reseñas el jueves 9 de julio de 2009, luego de los funerales de Michael Jackson

No hay comentarios:

Publicar un comentario